1. Marco.
Esquilo narra
en su obra el regreso de Agamenón, el rey de Micenas; aunque se le llama rey de
Argos cuando se le refiere al Peloponeso y no a la ciudad de Argos, de la
Guerra de Troya para dar lugar su muerte. Esperando en su casa, esta su esposa Clitmnestra,
quien ha planeado una venganza a él por
el sacrificio de su hija, Ifigenia. Ya que la ausencia de su esposo ha durado
10 años, Clitmnestra ha establecido una relación adúltera con Egisto, primo de
Agamenón y descendiente de una rama de la familia desheredada, quien está
determinado para recuperar el trono que cree que legalmente le pertenece.
2. Obra.
Un atalaya que custodia el palacio real de
Agamenón en Argos, lleva aguardando mucho tiempo por la señal luminosa que le
transmitirán otros vigías; haciéndole saber no solamente a él sino a todos los
argivos, los ciudadanos de Argos, si la ciudad de Troya ha sido tomada ya por
los aqueos, quienes hace 10 años salieron en la expedición para vengar la
afrenta que recibieran ellos por causa del príncipe Paris, quien con el
consentimiento de Helena, esposa de Menelao y reina de Esparta, decide
llevársela consigo a Troya, por lo que se origina toda la guerra y el conflicto
entre griegos y troyanos.
Las órdenes de
Clitemnestra eran que su vigía, el centinela del palacio, avisara al recibir la
señal luminosa de otros puntos geográficos de Grecia. De tal modo que, si Troya
era tomada, se activaría una serie de señales con fogatas de ciudad a ciudad,
partiendo de la región troyana en el Monte Ida, pasando por la isla de Lemnos,
de este a oeste, hasta el Monte Citerón; y de éste, hasta llegar a Argos, donde
se encontraba el vigía del palacio de Clitemnestra.
El vigía, de
noche, recibió la señal fogosa, que indicaba que Troya había sido tomada.
Clitemnestra se enteró a la mañana siguiente. Ella aguardaba con aparente
júbilo la llegada de su esposo Agamenón y jefe de los caudillos griegos que
fueron a Troya. En el camino a esta ciudad, Agamenón y los suyos, debido a un
oráculo que consultaron, sacrificaron a Ifigenia en un altar a la diosa
Artemisa, para que los vientos le fueran propicios a la armada del ejército
helénico.
Por fin, con
la noticia del sitio y la caída de Troya, tiempo después llega Agamenón a su
palacio en Argos con Casandra, la profetisa troyana que le tocó en suerte
después del reparto de mujeres en Troya como botín de guerra. En el palacio
aguardaba pacientemente Clitemnestra.
En este
momento dramático de la tragedia, Clitemnestra recibe en la entrada del palacio
a Agamenón de una manera desmesurada, tras 10 años de ausencia. Le impone
caminar sobre una alfombra purpúrea, evidente símbolo de un recibimiento que
sobrepasaba todas las expectativas de Agamenón. Éste le hace saber a
Clitemnestra que sólo quiere que se le reciba como un ser humano, no como un
bárbaro.
El punto
álgido de la tragedia es cuando Agamenón es invitado a pasar por Clitemnestra
adentro de su palacio. En este punto, Casandra, que es adivina o pitonisa,
empieza a dialogar con el coro de ancianos argivos, y les previene de que algo
muy oscuro está por suceder tanto con Agamenón como con ella misma.
La tragedia
finaliza cuando en el baño Clitemnestra le apareja la muerte a Agamenón de
forma artera. Éste muere degollado dentro de su propio palacio. Al punto,
Casandra sabía, porque preveía lo futuro, que ella sería la próxima en morir a
manos de Clitemnestra, como efectivamente sucede inmediatamente después del
asesinato de su amo.
Ambas muertes
serán vengadas por Orestes, el hijo varón de Agamenón y Clitemnestra, en las
dos otras tragedias que componen la trilogía esquílea.
Recordemos que
Egisto, el amante que tenía Clitemnestra en el palacio furtivamente, fue quien
planificó y urdió el asesinato de Agamenón y se jacta cobardemente de haber
sido el cerebro del homicidio. No obstante, Egisto no se atrevió a matar a
Agamenón con sus propias manos.
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